QUE ASÍ ES LA ROSA

QUE ASÍ ES LA ROSA

Que así es la rosa

Diríase que el poeta pensara en Ella y en la sinfonía de prendidos, dobleces y pliegues para el aderezo de su bendita presencia. No tocarla mas…

Porque estas imágenes “vestideras” o de candelero, están intencionadamente inconclusas en espera del atuendo más acorde con cada celebración y eso es, precisamente, lo que les confiere su excepcional carisma devocional.

Precedente notabilísimo es la imagen de la Patrona de la Archidiócesis La Virgen de los Reyes, ejemplo único de escultura autómata del siglo XIII. La necesidad de vestir la Imagen para ocultar sus elementos dinámicos propició este modo en el que solo quedan visibles el rostro y las manos de la escultura. Consecuencia del continuado cambio de atuendo fue la influencia de las modas y así el profesor Hernández Díaz nos cuenta que, durante el Medievo la Virgen era vestida con un kaftan de tejido dorado, velo amarillo y la Corona de Castilla sobre su cabeza. Más tarde llegaron los ajuares renacimiento y los barrocos, regalos de altas damas que ofrecían sus propios vestidos para ser usados por la Santa Imagen y que dejaron los interesantes documentos pictóricos que conocemos. Grande debió ser la devoción que inspiraba este Bendito Icono,pues muchas de las importantes advocaciones marianas imitaron sus maneras y fueron sobrevestidas ocultando a veces tallas de notable interés artístico.

En las imágenes creadas para ser vestidas el atuendo debe limitarse a completar la obra del imaginero siguiendo su traza, sin desvirtuar su estilo ni tratar de competir con él, sino intentando en todo momento poner en valor toda la personalidad que le confirió su autor. Esto viene siendo una constante en la Hermandad de Soledad donde se afanan en rodear a su Bendita Titular de aquellas prendas que consideran más acorde con su peculiar estilo, insistiendo en remarcar la sobriedad y el misticismo que la caracteriza.

Y por ello nos es posible contemplarla radiante, enmarcada en la espuma de encajes de Alençon, delicada como azucena entre las caricias del Bruselas, o llena de ternura con sus lutos bordados de oro y espejuelos. Cuando a la luna del Viernes sigue a su Hijo cargado con la Cruz, diríase que Ella misma se toca con sus velos y los sujeta cerca del talle: su pecho, camino abierto al relicario de su corazón.

¿Se enjuga el llanto con el manípulo, o se inclina para besar el ramo de olivas? Juntos en su mano sus penas y Olivares, porque alguna de esas lágrimas surgió de ternura al oír suspirar a sus hijos embelesados,

Pues sois Señora tan bella, tan hermosa

que al miraros sobre la frente siento

una lluvia de pétalos de rosas.

 

Luis Becerra Vázquez

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