Abad Francisco Rico de Villarroel

Según consta en la edición original de las primeras Reglas que datan del año 1712, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Soledad fue fundada en ese mismo año por un grupo de hermanos de la Hermandad de la Santa Vera Cruz que declaran sus intenciones en un escrito que encabeza las mencionadas Reglas en el que solicitan al Abad Mayor de la Colegial de Olivares Dr. D. Francisco Rico Villarroel licencia para proceder a la fundación de una Hermandad, manifestando que «… para más bien servir a Dios Nuestro Señor y a la Virgen Santa María su Madre y Nuestra Señora, hemos determinado fundar una Hermandad de Penitencia con el título de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Soledad, en memoria y contemplación de la Pasión y muerte de Jesucristo nuestro bien, en el Paso de Nazareno cuando lo llevaron por la calle de la Amargura con la cruz a cuestas, y los Dolores que Nuestra Señora la Virgen María pasó viendo a su precioso Hijo y asimismo los que pasó después en su Soledad…, siendo el fin y motivo de nuestra intención que el Viernes Santo por la mañana salgamos en procesión por la estación que acostumbra la Hermandad de la Santa Vera-Cruz con la imagen de Jesús Nazareno, la de la Virgen y del Evangelista San Juan, considerando su Soledad santísima…», para lo cual necesitan que se funde una Hermandad y solicitan el beneplácito del Sr. Abad a fin de poder llevar a cabo la mencionada fundación y redactar sus primeras Reglas.
Por su parte, la autoridad eclesiástica dio licencia para que se redactasen las Reglas fundacionales el dos de marzo de 1712 mediante un auto del Rvmo. Abad Mayor ante el Notario Mayor eclesiástico de la Abadía de Olivares D. Cristóbal Navarrete.
El grupo de hermanos fundadores que firman la solicitud antes mencionada está constituido en primer lugar por un numeroso grupo de clérigos de la Iglesia Colegial, a la cual la Hermandad aparece desde un principio estrechamente vinculada, y entre los que figuran don José Ortega Montero, dignidad de Tesorero, don Miguel de la Parra y don Agustín Alcaide, Canónigos, don Bartolomé Moreno, don Juan Antonio de Herrera y don Miguel Francisco Dontello, racione-ros, junto con don Juan de la Fuente Muñiz y don Cristóbal Navarro, presbíteros y capellanes de dicha Iglesia. Figuran también los seglares don Juan Bernal Suárez, Mayordomo de la Casa Ducal, Pedro González Perejón, teniente de gobernador, José Delgado, don Benito García Maldonado, Diego Muñoz de la Fuente, don Nicolás de Esquivel, Cristóbal Román, Juan Román de la Fuente, Juan García Román y Francisco Díaz de la Fuente, todos vecinos de esta villa.

Pocos días después de haber obtenido esta licencia, el once de marzo de 1712, se reúnen para fundar la Hermandad y proceder a la elaboración de las mencionadas Reglas que constan de treinta y siete capítulos en los que se especifican las normas por las que ésta había de regirse en todo lo referente a su organización, cultos y funcionamiento interno.
En primer lugar, se ordena la fundación de una Capilla donde se colocarían las Imágenes Titulares, para pasar seguidamente a establecer el modo de recibir nuevos hermanos que habían de ser «… Cristianos Viejos, limpios de toda mala raza y de buena fama y costumbres…», estando obligados a pagar cierta cantidad de dinero por su admisión con la particularidad de que, en el caso de las hermanas, ésta resultaba ser algo más elevada que para los hermanos. Destaca asimismo el carácter concepcionista y mariano que la Hermandad presenta desde sus inicios estableciéndose como requisito final para ser admitido en ella jurar defender el Misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, todo ello con más de un siglo de antelación a la proclamación solemne del Dogma por el Papa Pío IX en 1854.
Con respecto a los cargos de gobierno de la Hermandad se establecía que además del oficio de Hermano Mayor que había de ser ocupado por «… uno de nuestros eclesiásticos perpetuamente…», formasen parte del mencionado gobierno dos Alcaldes, dos Diputados, dos Mayordomos y un Tesorero. La Regla encarecía por su parte a que se nombrasen para tales oficios «sujetos celosos e inteligentes para que no decaiga esta Hermandad».

Es de destacar asimismo la especial preocupación que la Hermandad sintió desde un principio por el deber cristiano de ejercitar la caridad para con el prójimo, figurando en- tre las obligaciones del cargo de Diputado la de cuidar de la asistencia a los hermanos y hermanas que estuviesen enfermos y ordenando que «… si fuesen pobres lo notificarán a nuestro Hermano Mayor para que les libre alguna limosna del caudal de nuestra Hermandad para su socorro y alivio, y si se agravaren en su enfermedad nombrarán cuatro de nuestras hermanas que los asistan y velen, y si durare más de una noche el enfermo, nombraren otras cuatro que le asistan, y así en las demás noches mientras que falleciere o mejorare».
Por otra parte, cada año debían celebrarse dos Cabildos Generales, uno de elecciones el día segundo de Pascua de Pentecostés y otro el Domingo de Pasión a fin de tratar de la organización de las Procesiones de la Hermandad y para que «… por nuestro Hermano Mayor sean amonestados todos los hermanos para que cumplan con su obligación de cristianos, confesando y comulgando, y a que perdonen a sus enemigos y se aparten de toda ocasión de culpa y ofensas de Dios, para que con mayor y más perfecta disposición puedan imitar a Nuestro Señor Jesús, contemplando los pasos de su Sacrosanta Pasión, que hemos de traer a la memoria en nuestras Procesiones, exhortando que, para conseguirlo, pidan el favor y auxilio de Nuestra Madre y Señora de la Soledad, y encargándoles el silencio y compostura exterior en las Procesiones, para que todo sea conforme a la imitación de nuestro soberano Maestro».

Las Reglas dedican un extenso capítulo a la forma que debía guardarse en las procesiones del Viernes Santo tal y como reproducimos a continuación:
«… en primer lugar la Manguilla acompañada de luces, y después le seguirá el Estandarte de tafetán negro y Cruz roja, a quien se seguirá el Título de la Santa Cruz y demás insignias de la Pasión, y después irá el Paso con la Imagen de Jesús Nazareno acompañándole doce cirios, e inmediatamente al Paso entraran los hermanos nuestros de Penitencia con sus túnicas moradas y una cruz al hombro, y después de los nazarenos se seguirá la imagen del Apóstol San Juan, y siguiéndose el acompañamiento de luces, y después la Cruz de la Parroquia, que para ello se convidará por nuestros hermanos los Mayordomos al señor Cura de la Insigne Iglesia Colegial, Sacristán y dos Acompañados, y asimismo se convidará a la música que al presente hubiere en dicha Iglesia pagando su estipendio del caudal de nuestra Hermandad…, y asimismo los derechos acostumbrados parroquiales y Fábrica; y finalizará esta nuestra primera procesión la Imagen de Nuestra Señora con un escudo en el pecho con siete cuchillos, en memoria de los Dolores que traspasaron su Divino Corazón, advirtiendo que se hayan de hacer dos humillaciones, una a la salida en la Plaza y otra a la entrada de nuestra Capilla. Y para dar principio a dicha nuestra Procesión y que nuestros hermanos sean exhortados a la devoción y contemplación será convidado por nuestros hermanos los Alcaldes el Padre Predicador de Cuaresma que se hallare en esta Villa, y si no pudiere otro cualquiera…, para que en nuestra Capilla nos predique el Sermón de Pasión una hora antes de salir la Procesión. Y dicho día por la tarde, después de tinieblas, nos predicará asimismo Sermón de Soledad… y al anochecer saldrá nuestra segunda procesión de la Soledad, llevando las mismas insignias que por la mañana, y a esta procesión han de asistir precisamente nuestras hermanas, cuyo lugar será inmediato a la manguilla hasta el Estandarte, llevando velas encendidas… y la hermana que no tuviere vela se le dará la cera que ha de estar prevenida…, y después se seguirá el Paso de la Cruz al cual acompañarán las hachas que pareciere conveniente a nuestra hermandad; e inmediatamente le seguirá el Simpecado y las luces que fuere posible llevar hasta el Paso de Nuestra Sra. de la Soledad, con las circunstancias del convite de la Parroquia y Música que en la primera Procesión…»

La primera procesión descrita en el texto precedente tenía lugar «el Viernes Santo al amanecer» y en ella participaban como puede apreciarse las Imágenes Titulares de la Hermandad acompañadas por un San Juan del que no tenemos más noticias que ésta. En la segunda procesión, el paso de Jesús Nazareno era sustituido por un paso descrito como «el Paso de la Cruz», del que puede suponerse en principio que se tratase de una alegoría al estilo de las que en algunos lugares siguen formando parte de las procesiones de Semana Santa. Son también dignas de mención la asistencia de clero y músicos de la Colegial a ambas procesiones y el hecho de que se reservase especialmente la del anochecer para asistencia de hermanas de la Cofradía.
Ocupan también un lugar destacado tanto por su extensión como por su contenido los capítulos referentes a las obligaciones de la Hermandad para con sus hermanos difuntos. Así, se ordena que una de las festividades que la Hermandad debía celebrar solemnemente fuese un funeral en fecha inmediatamente posterior al Día de Difuntos por todos los hermanos vivos y fallecidos, para lo cual la Regla manda a los Mayordomos que dispongan: «… un Túmulo en la Parroquia de esta Villa, el más suntuoso que se pueda, poniendo la cera que pareciese conveniente…» a fin de que se diga «… Misa Cantada de Difuntos con Vestuarios, habiendo precedido la Vigilia en el día antecedente por la tarde.
Todos los hermanos estaban obligados a asistir a los entierros de los hermanos difuntos y a encomendar su alma a Dios rezando «responso los eclesiásticos y seculares una parte del Rosario». Se establece de igual modo que para el entierro se les asista «… con doce cirios, que arderán en la Iglesia todo el tiempo del oficio, y se le dará la cera menuda necesaria a nuestros hermanos que asistan», debiendo poseer la hermandad «una caja y paño para fin de enterrarse con ella nuestros hermanos difuntos».
Por otra parte, la Hermandad también admitía personas que se encomendasen a ella para enterrarse según su ceremonial, permitiendo la Regla que «… si alguna persona se quiere encomendar a nuestra Hermandad para que le enterremos se cumpla su voluntad dando de limosna seis Ducados de vellón, asistiéndolo con toda nuestra cera, paño y caja».

Entre los últimos capítulos de esta primera Regla se encuentran asimismo referencias a las pedidas que habían de realizarse por parte de la Hermandad, estableciéndose la costumbre de pedir todos los Domingos y fiestas por la villa para lo cual se nombrarían dos hermanos cada mes «… so pena del que se excusase sin causa legítima pague a nuestra Hermandad dos reales por cada día de fiesta que perdiere». También se regula el modo de llevar los pasos e insignias, estando obligados a dar limosna los hermanos que tuviesen la devoción de llevar los pasos e insignias y «habiéndose de preferir a los que más limosna dieran».
Los privilegios y obligaciones de los hermanos eclesiásticos quedan igualmente recogidos en la Regla que, además de concederles una serie de prerrogativas les obliga a asistir a todas las procesiones y festividades de la Hermandad «con Manteos, en los lugares y sitios congruentes a su Dignidad».
Finalmente, en el último capítulo los hermanos fundadores se obligaban a cumplir escrupulosamente las Reglas que presentaban para su aprobación al Abad Mayor de la Insigne Iglesia Colegial de Olivares, quien tuvo a bien refrendarlas mediante un escrito que lleva fecha de doce de marzo de 1712 y usando del privilegio de nombrar por vez primera a los oficiales de la Hermandad que éstas le conferían, nombró Hermano Mayor al canónigo don Agustín Alcaide, Alcaldes de la Cofradía a don Juan Bernal Suárez y a José Delgado, Diputados a Cristóbal Román y a Diego Muñoz de la Fuente, Mayordomos a Juan García Román y a don Pedro Nicolás Esquivel, Secretario a don Benito García Maldonado y Tesorero a Francisco Díaz de la Fuente.
El Abad Rico Villarroel fallecería pocos meses después el día doce de septiembre de ese mismo año y ‘sería enterrado a la entrada del Coro. Pronto se nombró sustituto en la persona de don Francisco Sánchez Duro de Velasco, quinto Abad de la Colegial y gran benefactor de la Hermandad.

Abad Duro de Velasco

La primera noticia que tenemos del enorme afecto que el Abad Duro de Velasco sentía por esta Hermandad y de su especial devoción por Nuestra Señora de la Soledad, está recogida en las Actas Capitulares de la Colegial correspondientes al año 1734, año éste en el que se venía padeciendo una gran sequía lo que motivó que el Abad enviase un recado al Cabildo en el que advierte de la gran necesidad de lluvia para los campos y manifiesta su deseo de que se hiciese procesión de rogativas sacando en ella a Nuestra Señora de la Soledad, petición ésta que recibió el parecer favorable del Cabildo, acordándose la celebración de dicha procesión el día de San Mateo Apóstol para lo cual se dio orden de que se avisase al Concejo de la Villa.
Siguiendo con la protección dispensada a la Hermandad por dicho Abad, es de destacar el hecho de que hiciese donación en su Testamento de unas casas que poseía en la calle de las Tiendas de esta Villa de Olivares para que con su producto se costease el aceite de las lámparas y la cera necesaria para el culto de la Capilla de Nuestra Señora de la Soledad, gastos éstos que —según consta en dicho Testamento— el Abad tenía a su cargo desde que la Capilla se edificó.
Las mencionadas casas serían causa de que, en 1875 se entablase un pleito entre la Hermandad de la Soledad de esta Villa y la Hermandad del mismo nombre de la Villa de Albaida ya que, por entonces, dichas casas se encontraban en bastante mal estado y, según el testimonio prestado por los Alcaldes de esta Hermandad los gastos de reparación y mantenimiento dejaban la renta tan reducida que no era posible cumplir los deseos del Abad a menos que la Hermandad pusiese el resto. En esta situación, la Hermandad decidió enajenar dichas casas e invertir el producto de la venta en una propiedad que produjese beneficios suficientes, pero a esto se opuso la Hermandad de la Soledad de Albaida que entendía, basándose en una de las cláusulas del Testamento, que las mencionadas casas debían pasar a su propiedad ya que dicho Testamento así lo ordenaba en el caso de que esta Hermandad quisiera enajenarlas.
El pleito no está completo, por lo que no podemos saber en qué terminó, dándose por otra parte la circunstancia de que en la documentación que ha llegado a nuestras manos no vuelve a encontrarse referencia alguna al pleito ni a las casas.

De otra parte, y volviendo a los testimonios que se conservan sobre la vida de la Hermandad durante la mitad del siglo XVIII, los Libros de Bautismo pertenecientes a la Parroquia de la Colegial registran los estipendios que la Fábrica de dicha Iglesia percibe por el acompañamiento que sus ministros hacen a las procesiones de Semana Santa. Hallamos así referencias pertenecientes al período 1755-1764 según las cuales continuaban saliendo las dos procesiones de las que se habla en las primeras reglas. La primera de ellas es conocida como la de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la segunda, que salía al anochecer, como la de Nuestra Señora de la Soledad.
En dichos documentos queda constancia del esplendor y la solemnidad alcanzados especialmente por la procesión de Nuestra Señora de la Soledad, superando ésta en fastuosidad a todos los restantes cortejos procesionales que desfilaban por las calles de Olivares. Pueden citarse como ejemplo los años 1757 y 1758 en los que la Cofradía de la Soledad paga a la fábrica de la Iglesia veinticuatro reales de vellón mientras que las demás entregan un estipendio de dieciocho reales de vellón, cantidad proporcional al acompañamiento que habían llevado. Del mismo modo, en 1760, la Cofradía de la Soledad «que fue la única que salió» según consta en el correspondiente Libro de Bautismos vuelve a pagar a la Iglesia idéntica cantidad y, en los años 1763 y 1764 habiendo llevado «… vestuarios; acólitos con incienso; música y toda pompa…» sigue entregando el mencionado estipendio de veinticuatro reales de vellón.En lo referente al incremento del patrimonio artístico de la Hermandad a lo largo del siglo XVIII, tenemos referencias indirectas de que la Capilla de Nuestra Señora de la Soledad tuvo que ser construida y decorada en fecha posterior a 1712 y sin duda anterior a la muerte del Abad Duro de Velasco en 1740 quien en su ya mencionado Testamento, redactado unos años antes, se refiere a ella como estando ya construida y proporciona detalles sobre su exorno interior entre los que puede citarse la existencia de candelabros, arañas y de lámparas de plata. Sin embargo, no se tienen noticias sobre el arquitecto constructor, ni sobre los autores del retablo y las pinturas murales.

El Altar de Nuestro Padre Jesús Nazareno es también obra de este siglo y afortunadamente poseemos testimonios que nos permiten conocer el nombre de la donante y la fecha aproximada de su ejecución. Según consta en las Actas Capitulares del año 1761, en el Cabildo del sábado 28 de marzo se leyó un memorial de elevado por D.’ Rosa Román (quien aparece en otras actas apellidándose .Ortega), vecina de la villa y bienhechora de la Iglesia, quien afirma que «… para ejercitar la devoción de los fieles y mayor culto a la devota Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno…» desea que se le abra Capilla para hacerla y labrarla a su costa, pidiendo al Cabildo licencia para ello. El Cabildo no encuentra por su parte impedimento alguno y traslada la petición al Sr. Abad Mayor como Prelado y Ordinario de dicha Iglesia, quien hizo saber posteriormente por medio del señor Secretario capitular que no tenía nada que objetar a la petición de D.’ Rosa de «… erigir una Capilla a la Imagen de Jesús Nazareno según y como está la de San Antonio, frente a la de Nuestra Señora de la Soledad en el trascoro…, pues en ello se adelantaba el adorno de la Iglesia».
Tampoco se tiene noticia alguna de quien sea el autor del retablo aunque sí sabemos que, a petición de la donante, el Cabildo de la Colegial prestó un palio propiedad de la Iglesia para que se pusiese en «… el Altar o Capilla Nueva de Ntro. Padre Jesús en esta Iglesia en tanto que se haga el retablo nuevo», según consta en un Acta Capitular de abril de 1762 por lo que podemos afirmar que en este año el Altar no estaba aún terminado o, quizá, ni se había comenzado su ejecución.

Abad Bernardo Antonio Poblaciones Dávalos

Los años finales del Siglo XVII y principios del XIX están presididos por la figura del Dr. don Bernardo Antonio Poblaciones Dávalos, uno de los Prelados que más hizo por el engrandecimiento de esta Iglesia, continuando las obras interrumpidas hasta su total terminación, levantando Capillas, promoviendo numerosas restauraciones como la de la Virgen de las Nieves, y recuperando asimismo valiosas joyas para el culto de la Colegial, ya que las ventas efectuadas anteriormente habían mermado su patrimonio artístico. Fueron cuarenta y cuatro años de residencia casi continua en Olivares, ejerciendo cuidadosamente su oficio, mirando por el esplendor de la Iglesia y por el bienestar de los habitantes del pueblo, lo que hizo que dejase numerosos amigos y un buen recuerdo en la villa tras su muerte, acaecida en 1817, después de haber sido nombrado Obispo electo de la Iglesia de San Martín de Buenos Aires, cargo del que no llegó a tomar posesión.
Al igual que la mayoría de sus predecesores, el Abad Poblaciones fue especialmente devoto de la Imagen de Nuestra Señora de los Dolores y gran benefactor de su Hermandad, según se desprende de la lectura de sus últimas voluntades, registradas en el correspondiente Libro de Testamentos del año 1817, en las que se ordena que parte del producto de la finca que compró el año anterior en el sitio llamado «La Parmilla», se aplicase para el gasto de cera del Septenario de Ntra. Sra., por lo cual era su voluntad donarla a don Isidoro Vitela «… para que la posea y goce como propia, con la obligación de dar treinta y tres reales, para darlos en cada año por el coste de la cera de dicho Septenario, y si por casualidad no se hiciese, aplique los 33 reales a que se cante una misa en el Altar de Ntra. Sra. de los Dolores, aplicándose por mi alma en uno de los días del Septenario».

Esta es la primera noticia escrita que conservamos sobre la celebración del Septenario, lo cual permite suponer que se venía celebrando con regularidad desde bastantes años atrás. Según consta en el borrador de una carta supuestamente enviada por el Mayordomo de la Hermandad en respuesta a los requerimientos efectuados ante el señor Cura Párroco por el Visitador General del Arzobispo de Sevilla a fin de que se detallase el empleo dado a los fondos del cepillo existente en la Capilla de la Virgen, y que puede fecharse en 1859, el mencionado Septenario se había costeado «…hasta el año cuarenta y uno con doscientos cincuenta reales carga que pesa sobre el olivar que hoy posee don José Moreno Santa María vecino de Sevilla, y lo demás que en dicho objeto se ha gastado se ha recogido de limosna por el pueblo…» No sabemos si esta finca es la misma que figura en el testamento del Abad Poblaciones pero lo cierto es que, debido probablemente a las Leyes de Desamortización o a alguna otra causa desconocida, dicha entrada faltó por lo que los gastos tuvieron que ser sufragados pidiendo limosna a los fieles y con aportaciones de particulares tal y como se ha venido haciendo hasta hoy.
Continuando con el mencionado escrito, en él se detallan los objetos en que se habían invertido las limosnas recolectadas desde la colocación de dicho cepillo, que consistían en «un manto de terciopelo para la Señora bordado en oro» y «dos lámparas de plata».

Por otra parte, y tras el estudio de los numerosos recibos que se conservan en el Archivo de esta Hermandad correspondientes al período 1873-76, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que ésta sigue experimentando durante todo el siglo XIX un proceso de continuo engrandecimiento que culminará en los mencionados años y que contrasta con la progresiva pérdida de importancia de Olivares en los años sucesivos a la extinción de la Colegial en 1852.
Estos años se caracterizan por el gran desarrollo y esplendor del culto externo e interno, especialmente en las salidas procesionales, el Septenario y la Solemne Función de los Dolores Gloriosos de Nuestra Señora celebrada en septiembre. En lo que respecta a las cofradías, se conservan testimonios que establecen la existencia de dos procesiones, una el Miércoles Santo conocida como la de Nuestro Padre Jesús Nazareno y otra el Viernes Santo llamada la del Santo Entierro. En ambos cortejos procesionales figuraba la Imagen de Nuestra Sra. de los Dolores.
La lectura de los recibos anteriormente mencionados no nos proporciona excesiva información sobre la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, aunque sí sabemos que se predicaba un sermón para la meditación de los fieles antes de la salida de la procesión y que el mismo día por la mañana se celebraban pujas entre los hermanos a fin de escoger quienes portasen los pasos e insignias entre los que más limosna diesen, llevando el cortejo acompañamiento de músicos, todo ello según las disposiciones de la primitiva Regla.
La Cofradía del Santo Entierro presenta por su parte una serie de peculiaridades que la hacen merecedora de toda nuestra atención. En primer lugar, el paso del que toma su nombre es introducido en este siglo ya que no figura entre los que se citan en la Regla de fundación de la Hermandad ni aparece en ningún otro documento hasta estas fechas. Además, era una procesión precedida de otro sermón que en este caso se denominaba «sermón del Descendimiento» en el que, mientras el predicador glosaba los sufrimientos y humillaciones que Cristo pasó por la Salvación del género humano en su Pasión, la Imagen articulada que posteriormente recorrería las calles del pueblo en la urna de Cristal durante el Santo Entierro era bajada de la cruz por hombres revestidos de Santos Varones y Evangelistas.

Dicha Cofradía iba acompañada por un grupo de «Sibilas y Marías» y por otro grupo de soldados romanos ataviados con plumas negras en sus cascos y descritos como «los Armados» que probablemente llevasen cabalgaduras tal y como se deduce de la compra de terciopelo negro «para las mantillas de los caballos».
Durante los años 1873-74 se hacen completamente nuevos los pasos de Ntra. Sra. de la Soledad y el de la Santa Cruz que no desapareció de la Procesión del Viernes, restaurándose también el sepulcro del paso del Santo Entierro. Asimismo se acometen arreglos de enseres de la Hermandad como una candelería, faroles, un estandarte, las varas para los oficiales e infinidad de detalles de poca importancia. También se conservan recibos de los dulces con que se convidaba a los participantes en los actos solemnes de la Hermandad, corno procesiones y funciones de Iglesia, todos ellos pertenecientes a esta época y años posteriores.
La festividad de los Dolores Gloriosos de Nuestra Señora reviste igualmente gran solemnidad en estos años a juzgar por los testimonios que se conservan, como por ejemplo el estipendio entregado a la parroquia el 23 de septiembre de 1873 por «una función con Misa, Sermón y Procesión».
Siguen manteniéndose, asimismo, en la vida de la Hermandad tradiciones derivadas de la primera Regla como la pedida por el pueblo todos los domingos del año, la asistencia con bancas y cera a los entierros de los hermanos, y la obligación de decir misas por su alma.
Una vez llegados a nuestro siglo, el primer documento que se conserva en la Hermandad son unas Reglas redactadas en 1908 que contienen principalmente un reglamento de orden interno que señala los derechos y obligaciones de los hermanos sin hacer referencia alguna al orden y disposición de la Cofradía. Cinco años después, en 1913, se acomete la primera restauración de la Imagen de Nuestra Señora de los Dolores de que se tiene constancia. Dicha restauración fue realizada en Sevilla en el taller de don Antonio Roldán, conservándose aún un trozo de tela que en aquella ocasión se adhirió al cuerpo de la Imagen y que reza así: «Original de la Roldana, restaurada por Antonio Roldán en 1913», sin que pretendamos otorgar a dicha atribución más valor que el que realmente tiene. En el mes de junio del mismo año don Juan García Martín, cura párroco de esta villa, solicitó ante el Sr. Arzobispo las facultades necesarias para bendecir de nuevo la imagen y exponerla a la veneración de los fieles, procediéndose a la bendición en julio de este mismo año.

Es necesario señalar, asimismo, que las primeras décadas del siglo XX acusan un cierto decaimiento en el esplendor del culto interno y externo de las Hermandades de esta Villa, pese a la cual la Cofradía continuó saliendo con regularidad el Viernes Santo según consta en las Actas Capitulares de la Hermandad, con la consiguiente supresión de la anterior salida del Miércoles Santo y desfilando de esta forma todas las imágenes en un mismo cortejo procesional. De otra parte, se tiene noticia de que siguió celebrándose el Septenario a Nuestra Señora de los Dolores «con el mayor esplendor posible», como lo atestigua el hecho de que se continuara contratando músicos para tal fin por parte de la Junta de Gobierno. Por otra parte, en 1912 se acometió el arreglo y restauración de los pasos que se hallaban algo deteriorados por su continuo uso.
Según consta en las Actas del año 1914, por estos años el orden de la Cofradía era el siguiente: en primer lugar, el paso de Jesús Nazareno, seguido del sepulcro y la Santa Cruz, cerrando el cortejo el palio de la Stma. Virgen de los Dolores. La hora de salida eran las nueve de la noche, recorriendo la Cofradía su estación acostumbrada. Siguiendo con estas Actas, el primer Hermano Mayor de que tenemos noticia en el presente siglo es D. José Delgado González que aparece como tal desde 1913 a 1925, año en el que el cargo es ocupado por don Pedro Montero, si bien pudieron ocupar el cargo otras personas en el período que media entre ambos e incluso con anterioridad al primero, circunstancia ésta que no ha podido comprobarse debido al deterioro de la documentación. Esto mismo impide un mejor conocimiento de la vida de la Hermandad durante los años 30. Sólo tenemos noticia de que en este período el Hermano Mayor es don Victoriano Marín González y que hasta su reorganización, ésta pasa por las lógicas dificultades derivadas de los problemas existentes en la España del momento. Del período 1929-1944 se conservan algunos recibos que muestran cómo la vida de la Hermandad no se interrumpe a pesar de circunstancias adversas. Por su parte, la tradición oral que ha llegado hasta nosotros afirma que la Cofradía continuó saliendo durante esos años.

FUENTES

  • Actas Capitulares de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Soledad. Años 1912-1928. Archivo de la Hermandad.
  • Actas Capitulares del Cabildo de la Insigne Iglesia Colegial de Olivares. Archivo Parroquial.
  • Regla de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Sra. de la Soledad. Fundada en Olivares el año 1712. Ejemplar original impreso. 1712. Archivo de la Hermandad.
  • Libros de Bautismos de la Colegial de Olivares. Años 1755-64. Archivo Parroquial.
  • Cuentas de la Hermandad de la Soledad. Años 1873-76. Archivo de la Hermandad.
  • Libro de Testamentos. Año 1817. Archivo Parroquial.
  • Autos formados a pedimento de los Alcaldes o Mayordomos de la Hermandad de Nuestra Sra. de la Soledad, sita en su Capilla de la Insigne Iglesia Colegial de esta Villa sobre querer dar a tributo redimible unas casas principales propias de ella en la calle de las Tiendas; que las dejó a dicha Hdad. el Rvmo. Sr. Dr. Luís Francisco Duro de Velasco, Abad Mayor que fue de esta Colegial. Olivares. Año de 1789. Archivo Parroquial.
  • Reglamento o Estatutos de la Hermandad de «Jesús y Soledad» de esta Villa de Olivares. Año 1908. Archivo de la Hermandad.
  • Papeles varios. Archivo de la Hermandad.

Miguel Fdo. Luna Prieto