Buenos días, queridos Hermanos y Hermanas:

En este día tan especial para todos nosotros,  quisiera en primer lugar felicitar a todas las que llevan el Bendito Nombre de Nuestra madre: a todas las Mª Dolores, a todas las  Dolores, a todas las Lolas…

Este año, el  Viernes de Dolores es no sólo en día especial, sino también un día  excepcional, debido al  estado de confinamiento por el que está atravesando todo el país;  momentos muy duros que ni nuestros padres ni nuestros abuelos han conocido, ni nosotros en nuestros peores augurios habríamos podido imaginar. Quizás no sea yo el único que se despierta pensando que todo esto es un mal sueño, que no puede ser posible lo que está ocurriendo; pero, inmediatamente,  la  cruda realidad me demuestra que estaba equivocado.

Este Viernes de Dolores pasará a la historia por motivos muy amargos: además de  acordarnos de los Hermanos y Hermanas recientemente fallecidos y que aún perviven en nuestra memoria, no podremos celebrar la Función Principal de Instituto,  ni la Protestación de Fe; ni realizar ante Ella las peticiones, más necesarias que nunca; ni disfrutar de esa nube de incienso que hace que nuestro diálogo con Ella sea más cercano; ni mirarla sin poder tocarla, pero sintiéndola cerca. Porque es en estos duros momentos  cuando nos damos cuenta de cuánto la necesitamos como MADRE de todos nosotros.

Pero es precisamente ahora,  en estos tiempos difíciles, cuando todos nos debemos sentir orgullosos de ser soleanos,  de rezar a la misma MADRE, a la Madre Bendita de los Dolores. Ella nos ayudará para que, ante la adversidad y el dolor, estemos  todos más unidos,  que es el único modo de afrontar los problemas y de superarlos.

Os mando un inmenso abrazo implorando la protección de la Santísima Virgen, de la manera que  solemos hacerlo al terminar el ejercicio del Septenario:

MADRE DE LOS DOLORES, CUANTO MAS NECESITADO YO SE TU MÁS MADRE.

 

El Hermano Mayor
Gabriel Ibáñez Ortiz