0075.jpgEn 2003 la Hermandad recuperó para el culto una imagen de Cristo Yacente que se encontraba dentro de una urna en la cripta del antiguo templo colegial, junto al panteón donde yacen los restos de los dos primeros condes de Olivares y sus familias. Precisamente fue la circunstancia de conmemorarse en ese año el quinto centenario del nacimiento de don Pedro de Guzmán, primer conde y fundador de esta casa nobiliaria, y la creencia en que esta imagen del Señor había pertenecido a su familia, lo que determinó que se decidiera incorporar un nuevo paso con su efigie a la procesión penitencial del Viernes Santo. Sin embargo la iniciativa de restaurar y volver a dar culto al Cristo Yacente había partido tres años antes del grupo de jóvenes de la Hermandad, conocedores como eran de la tradición histórica que afirmaba que antiguamente ya se había venerado esta imagen por los cofrades de la Hermandad de la Soledad de Olivares; por ello, y dado el evidente deterioro que presentaba la misma, la junta de gobierno de entonces se puso en contacto con el catedrático de Bellas Artes en la facultad de Sevilla don Francisco Arquillo Torres, quien tras un primer reconocimiento certificó el interés histórico-artístico de la imagen (todo indica que la imagen puede datarse en el siglo XV) tras lo cual en octubre del año 2000 comenzó un proceso de restauración que fue llevado a cabo bajo su dirección en los talleres de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Hispalense, y que se prolongó hasta los primeros meses del 2003.

0076.jpgSe sabe por los libros de actas que conserva la Hermandad que al menos desde 1873 tenía lugar en la tarde del Viernes Santo una procesión en la que salían el Santo Cristo Yacente y la Virgen de los Dolores. Previamente tenía lugar en la iglesia el llamado «Sermón del Descendimiento», tras el cual unos señores ataviados como los Santos Varones desclavaban de la cruz la imagen del Redentor y la depositaban en la urna de cristal que estaba preparada para ello en unas andas iluminadas por cuatro faroles y colocadas en la capilla de la Virgen del Rosario.
Posteriormente se iniciaba la procesión del Santo Entierro por las calles de Olivares, que en aquella época constituía un cortejo ciertamente peculiar, del que formaban parte mujeres que representaban «Sibilas y Marías» y un grupo de soldados romanos, algunos de ellos a caballo, con plumas negras en sus cascos en señal de luto.

Todas estas circunstancias que hemos mencionado animaron a la Junta de Gobierno, presidida entonces por Don Rafael González Fraile, a sacar un tercer “paso” el Viernes Santo. Los priostes, bajo la dirección del asesor artístico, D. Luis Becerra, se pusieron manos a la obra: había que crear el nuevo “paso” del Stmo. Cristo Yacente empezando prácticamente de cero. Contaban con los faroles de Jesús Nazareno y con la urna del Yacente, que se encontraba en el panteón ducal en lamentable estado. Se buscó una parihuela, pero no se adaptaba a la envergadura de los jóvenes que iban a llevarla, así que se construyó una nueva. Se hicieron numerosas pruebas con los faroles y la urna para ver las proporciones que debía tener el “paso”; se decidió entonces que eran los antiguos ángeles luciferarios del “paso” de Jesús Nazareno los ideales para sostener la urna sobre sus hombros; estos irían sobre una peana marmorizada que habría que construir. Ahora había que restaurarlo todo para que estuviera digno para la salida procesional. 0077.jpgLo más complicado fue la urna: fueron eliminados todos los adornos neogóticos que se le habían añadido y se le hizo un nuevo techo de cristal más acorde con la línea renacentista “herreriana” original. Asimismo se repusieron todos los vidrios imitación carey que le faltaban y se revistió también el interior con nuevas piezas copiadas de los originales antiguos. También se repasó el dorado y se doraron las piezas nuevas. Un grupo de hermanos realizó también un repostero con el escudo de la Colegial para la parte inferior de la urna en el que se reproducían también inscripciones y pinturas originales del panteón ducal. Estos hermanos también se encargaron de montar los respiraderos de malla y galones para el “paso” y de confeccionar un palio de respeto morado. Asimismo, hicieron dos jergones y dos almohadones nuevos para la urna, en morado para la salida y en blanco para el altar. Las hermanas hicieron los faldones en terciopelo negro con galones y un grupo de jóvenes confeccionó y costeó las libreas de los servidores que llevarían el palio de respeto.

El resultado de todo este esfuerzo fue la recuperación de un paso digno para el más antiguo de Nuestros Sagrados Titulares, en un tiempo récord: poco más de tres meses. El mismo Lunes Santo se encargaba a nuestro orfebre D. José Jiménez cuatro nuevos fanales para iluminar la parte inferior de la urna.

No podemos pasar por alto algo que causó no pocos quebraderos de cabeza: la ubicación del nuevo paso en el trascoro de la iglesia. Considerando el reducido espacio con el que se contaba, se eligió la mejor opción, aunque no la más fácil: la capilla de la Stma. Virgen de los Dolores. Había dos problemas fundamentales: la estrechez de la cancela de la capilla y la imposibilidad del paso de la urna por el trascoro estando aún allí el “paso” de la Stma. Virgen. Los hermanos herreros de la Hermandad solventaron el primero, aproximando los ejes de las cancelas a la pared mejorando el aspecto estético. La imaginación resolvió el segundo: los “pasos” de Jesús Nazareno y de la Stma. Virgen intercambiarían su sitio en el trascoro, permitiendo así el paso de la urna.

0078.jpgPasada la Semana Santa, el Stmo. Cristo Yacente quedó situado definitivamente en el trascoro, bajo el retablo de Nª Sra. De las Carboneras, en una altar diseñado especialmente para contener la urna y servir de mesa de altar.

Sin duda aquel año se vivieron momentos inolvidables: la llegada del Stmo. Cristo yacente el 5 de marzo de 2003 , miércoles de Ceniza, a hombros de los jóvenes de la Hermandad a la iglesia parroquial, entre el silencio de los fieles que llenaban el templo; la primera Función Solemne y Besapié en honor de la antiquísima Imagen; la primera salida del nuevo paso con música de capilla, llena de solemnidad y recogimiento; la sorpresa y asombro del pueblo al contemplar el cortejo… Fue un año lleno de trabajo, de prisas, de contratiempos…, pero también lleno de ilusión, de satisfacción por el trabajo bien hecho. Se barajaron varios proyectos a la hora de crear el nuevo paso; al final se optó por conservar la urna auténtica y restaurarla, y aprovechar los elementos de que se disponía, no sólo por ser más factible, sino también por conferir al nuevo paso un carácter antiguo, vetusto, más propio de la Imagen del Cristo. El resultado está a la vista: un modelo definitivo, que se ha ido perfeccionando y que se irá enriqueciendo con el tiempo, pero sin perder unos valores estéticos ya consolidados.